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Hola  a todos, 
les comparto esta reseña/ensayo acerca de un título que leí hace algunos días, llamado Antes que anochezca, trata sobre la vida de su mismo autor, Reinaldo Arenas. Nos habla sobre una Cuba esclavizada por un régimen y erotizada por Arenas. Gracias a mi amigo Gustavo Cardona por haberme acompañado en la escritura de este texto, casi que lleva su voz allí.


Tengo la certeza de que no soy el único lector que se ha sentido conmovido e interpelado de tal manera por las líneas de Arenas en esta difícil y aún así hermosa (de una manera salvaje, quizá la mejor de las bellezas) realidad que fue su vida, que no se puede más que entrar en la piel, ver el mundo con esos ojos, y entender esa Cuba que, creyendo haberse liberado de las cadenas, terminó por levantar sus propios barrotes. La transición suave, casi bajo el radar, en el que la sensación de irse ahogando cada vez más en un mundo en el que sencillamente no se encaja, comienza siendo no más que un charco que cubre los tobillos del pequeño, campesino, pobre aunque feliz Reinaldo, para convertirse en el mar completo que lo ahogaba y lo separaba del mundo, una barrera natural que con cada ola, cada golpe a su persona, a su identidad, amenazaba con romperlo contra las rocas en la costa. Pero los retorcidos mecanismos del Castrismo no son los únicos temas que se encuentran plasmados en esta autobiografía, sino que la propia identidad queer de un hombre intelectual, la realidad de un crítico de los estamentos de poder que le rodean, el aprendizaje de las carencias y la falta de oportunidades debido a las brechas socio-económicas de nuestras sociedades y la fuerza erótica natural escabulléndose en dinámicas culturales se hacen evidentes con cada relato. Quizá fue esta multiplicidad de temáticas y facetas que se interconectan en la vida de un mismo hombre lo que me hizo sentir tan allegado al libro de una manera que denotaba la complejidad de entretejidos, narrativas, simbolismos y construcciones de mundo dentro de nuestra propia realidad.

Ahora veo la historia política de mi país como aquel río de mi infancia que lo arrasaba todo con un estruendo ensordecedor; ese río de aguas revueltas nos ha ido aniquilando, poco a poco, a todos. *

 


Antes que anochezca posee una progresión de sucesos lineal (si no contamos el prólogo, claro está) que permite comprender las transformaciones diversas que se dan a lo largo de sus páginas. ¿Cómo un niño campesino, despreocupado y casi olvidado se convierte en un hombre perseguido político? ¿Cómo la Cuba liberada y revolucionaria se había convertido, sin que se hubiesen percatado los cubanos, en un régimen de control y abuso del poder desmedido? ¿Cómo los ríos furiosos y estanques del campo repletos de muchachos bañándose se convirtieron en las playas erotizadas con encuentros en sus matorrales, sus cuevas, sus aguas? Los relatos cortos y centrados en un aspecto específico que conecta con los demás hacen de la lectura de esta biografía no sólo dinámica, sino también expresamente pensada, estructurada y elaborada. Los relatos de su niñez, con su despertar erótico temprano explicado con la fuerza de la vida al natural, en la periferia, ajeno a los discursos de poder centrales de las instituciones gobernantes. Los relatos de su transición adolescente en la base militar recibiendo su educación superior, con una represión de su identidad aprendida y el lento pero evidente cambio de la victoria libertadora a una institución represiva del comunismo, llena de adoctrinamiento, segregación y divisiones valiéndose de superioridades ideológicas y morales inventadas, y, por supuesto, estos acompañados con el tránsito de vivir en la periferia del campo al centro de la ciudad, la capital, donde el yugo del régimen pesa más y de manera constante. Después, los momentos de persecución y resistencia pasiva al sistema, de encuentros secretos (eróticos, literarios y políticos) para culminar con el escape y el exilio de su paraíso lejano e infierno odiado.


Entender la transformación de Cuba, sus gentes, y el mismo Reinaldo Arenas desde su propia perspectiva permite una inmersión realista y creíble, un verdadero posicionamiento para el lector con un mínimo de empatía en la precaria situación que las comunidades al margen del modelo deseable de regímenes totalitaristas se enfrentan. Quizá es por eso mismo que me parece una lectura tremendamente pertinente no sólo para entender la facilidad con la que los discursos del poder convierten el descontento general hacia un oponente ideológico a su favor, sin importarle realmente los intereses de la gente, sino también para conmemoraciones tan cruciales como lo es este mes del orgullo queer. Por supuesto que los principales motivos por los que Reinaldo resultaba tan “dañino” para las dinámicas de poder de su entorno fueron su agudo ojo crítico y su sagaz expresión a la hora de ponerles a prueba, pues, aún estando en la isla, se las había arreglado para publicar obras fuera de esta en dónde se exponían las carencias y realidades que Castro no quería escapasen de su “versión oficial” de Cuba. Y no obstante, durante el testimonio del mismo Arenas, es fácil entender que la razón por la que parecía despertar más desprecio en los más embebidos y creídos de los discursos de poder del régimen comunista era precisamente por su orientación sexual. Su homosexualidad y la persecución que enfrenta son el vivo ejemplo de la discriminación y el odio como arma de control. Convertir al diferente en indeseable y enemigo es pertinente para poder crear un modelo ideal de persona, una aspiración de lo “correcto”, y así, darle un propósito de pantalla de humo a los que ostentan el poder, como si realmente fuesen la salvación, aunque el mal haya sido tan inventado por ellos como su supuesta conveniencia para los gobernados. Eso no se queda sólo en la persecución y campos de trabajos forzosos cubanos que nos relata Arenas, no, esos mismos discursos permean en todo lugar, cada vez con algo menos de efecto mientras que la lucha por la igualdad y la diversidad sexual sigue dándose, pero aún latente, existente. Alejandro Ordóñez, Viviane Morales o Marta Lucía Ramírez en los últimos años son personificaciones de las ideas arcaicas aún demasiado asentadas en los estamentos de poder y de gobierno, sin irnos demasiado lejos, y también el mismo Donald Trump, a cabeza de la potencia mundial que es Estados Unidos, muestra cómo la represión como herramienta de gobierno termina siendo dañina en más de un sentido (no sólo la homofobia, transfobia, sino también la xenofobia, el racismo y el clasismo).


No obstante, aunque es desgarrador el testimonio de persecución a la diferencia en las líneas de Arenas, también debemos mencionar que, muy a su manera, refleja cómo el entendimiento de la diversidad y las diferencias es un proceso que apenas comienza, incluso dentro de la misma comunidad LGBTIQ+. Claro que eran tiempos diferentes, y Reinaldo Arenas no pudo escapar al entendimiento casi demasiado binario y normativo sobre las dinámicas de relaciones, incluso cuando no se dan entre un hombre y una mujer. Las locas y los machos, los roles sexuales y la necesaria (en su opinión) complementariedad entre un ente femenino y uno masculino para una dinámica sexual y/o afectiva son sin duda ideas que poco a poco hemos aprendido a reconocer como relativas, aprehendidas e incluso dañinas. La sexualidad y su expresión es tan compleja, que no tiene sentido hablar de su diversidad si únicamente vamos a entenderla entre hetero, como lo normativo, y gay como la excepción que acarrea cualquier norma. No podemos entender Antes que anochezca como un análisis profundo de cuestiones de género, identidad, sexualidad y expresión, porque claramente no lo es; en su lugar, podemos apreciar el panorama que nos presenta y nos recuerda de por qué aún a día de hoy es necesario seguir con esta lucha, y si bien celebrar la diferencia y el orgullo, tampoco olvidar los lugares oscuros de los que venimos, en donde todo aquel que se supiera “anormal” era perseguido por el simple hecho no cumplir con modelos impuestos, y que esta noción escapa únicamente a la diversidad en género y sexualidad, y es la misma fórmula de represión que se ha utilizado para segregar a comunidades raciales y para expandir las brechas económicas entre clases. He allí la importancia de una conmemoración de empoderamiento que permea a toda diferencia, a toda lucha social, contra toda injusticia.

Si bien en términos de apertura a lo relativo y cultural que resulta el género y la expresión del mismo Arenas no es muy versado en sus relatos (cosa que tampoco puede pedírsele, en mi opinión, debido a la época y a este no ser el centro de su denuncia socio-política), su definición y percepción de una vida erotizada en todo momento resulta, cuánto menos, poéticamente llamativa. Parte de sus comentarios sobre las “desventajas” que la apertura de mente y el cambio social positivo en pro de la aceptación de la diversidad sexual tienen es que una vida homosexual plena y pública dejaría de ser, en su entendimiento, un acto de resistencia y escape. Cuando se es plenamente consciente de la persecución y estigma que genera el ser homosexual, y al mismo tiempo se está crudamente seguro de serlo, como le sucede a Arenas, el acto sexual y la vida erotizada que él describe se convierten en otro acto de rebeldía, de revelación, de resistencia ante la opresión constante. La clandestina manera en la que el autor se ve forzado a vivir su sexualidad termina representando una idea poetizada de la lucha social y parece convertir a lo erótico y su liberación en el acto culmen de protesta frente a la opresión y control del régimen.



Claro está, con esta visión cuasi idealizada de lo clandestino del acto sexual en pro de la liberación y la lucha, añadiendo la falta de información y desinterés de los organismos de poder sobre la crisis del VIH que en la época afectaba tanto a la comunidad LGBTIQ+, su contagio y posterior desarrollo del SIDA se entiende prácticamente inevitable, y es por eso que, en mi opinión, el prólogo y la carta de despedida son dos de los apartados del libro más cruciales para una mirada queer sobre el mismo, y en los últimos en los que me detendré en este quizá demasiado extenso comentario. Fue el enfrentarse a esta nueva situación en su vida lo que lo motivó e hizo entender la importancia de su testimonio dentro de todo comentario social, lo imperativo que resultaba el poner en el centro del discurso y la crítica a una sociedad represiva no sólo la persecución política e ideológica, sino el daño de la segregación de comunidades que quieren hacer ver como marginales e indeseadas. Podré no disfrutar yo la escritura de Alejo Carpentier, pero en su texto Problemáticas de la actual novela latinoamericana (1980) expone una idea que para mí refuerza aún más lo crucial de testimonios como el de Arenas y su conocimiento, y es que para él la novela latinoamericana tiene la tarea de construir, a través de su narrativa, los lugares comunes y representar las realidades propias de una sociedad tan compleja y una identidad tan variada y amplia como lo es américa latina, que en Antes que anochezca se entiende rural a la vez que urbana, tropical, dictatorial, en conflicto, negra, guajira, rezandera, marica, machista y un largo etcétera de elementos sociales que, si bien conocemos, parecemos no admitir o no querer admitir y reconocer desde una mirada creadora y analítica. El prólogo y carta de despedida de Arenas en su autobiografía no sólo muestran la puesta en perspectiva de su realidad que la enfermedad le otorgó, sino un nuevo significado y entendimiento sobre el relato de su vida también; él ya había comenzado a escribir Antes que anochezca en la isla, mientras era perseguido debido a su reciente escape de la prisión. Viviendo a la intemperie su única oportunidad para escribir era en el crepúsculo, antes de quedarse sin luz y cuando no había demasiada gente cerca; sin embargo, comprendió con su enfermedad, que ahora era más apremiante el terminar de escribir este libro, esta memoria y su propio acto de denuncia, la noche se acercaba más definitiva, más certera, la noche de su vida.

Realmente espero que la lectura de realidades y relatos como el de Arenas nos permita despertar a la pertinencia de la lucha social y la inclusión de las comunidades periféricas, que antes de que la noche caiga sobre más personas, hayamos entendido que las vidas negras, queer, pobres y extranjeras importan y que la vida debe verse erotizada en un sentido de resistencia a la opresión, en un sentido responsable y consciente, libre y pleno.


A.F. Cadavid y Gustavo Cardona





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