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UN BESO DE MOLANO

 Hola a todos,

les comparto esta reseña sobre uno de los libros que más atesoro en mi corazón: Un beso de Dick (1992) de Fernando Molano y va sobre ese momento espeluznante de enamorarse por primera vez.


Había sido un día oscuro en el Parque Nacional de Bogotá, de un mes, día y hora que Fernando Molano llevaba anhelando mucho: fue el entierro de ‘Diego, su amigo’, que en realidad se llamaba Hugo Molina y que había muerto como tantos otros de la época por complicaciones de salud a causa del Sida; aunque este murió en 1987, solo que Molano tuvo que esperar durante cinco años ―el tiempo reglamentario para exhumar los restos― y así darle la sepultura que tanto habló con su amado en el hospital, ahí creciendo los dos de nuevo, en un parque, mientras veían pasar a los muchachos. Sus cenizas se hallaban amontonadas entre las manos de Fernando, quien sembraba un árbol con ellas, como entregándoselo al mundo y haciéndolo ajeno al desasosiego que es estar vivo. Era 1992, los años del terror en Colombia ―aunque cualquier época bien podría ser un espanto―; la fuga del narcotraficante, el asesinato del vallenatero y los atentados que cobraban la vida de múltiples civiles. 1992, nacía
Erotica de Madonna; una mujer trans, Jennifer Alexis, se presentaba al concejo de Villavicencio y el país colapsaba. También fue el año en que Fernando Molano publicaba Un beso de Dick, de las primeras novelas en Colombia que abordaron temáticas LGBT.

“(…) Yo me imagino esta novela leída, que espero ojalá fuese leída dentro de tres siglos, cuando el amor entre dos personas de un mismo sexo no tuviese nada censurable, supongo que se descubrirían ciertos valores que aspiro haber dejado en la novela, independientes del asunto gay”. Esto lo dijo Fernando Molano en una entrevista radial, era 1993 y el amor seguía (o sigue) siendo una de esas cosas tenebrosas, sobre todo cuando se trata de estas maneras de amar disque diferentes, como si fueran marcianos y no dos simples sexuadas personas. Hacía un año él había ganado el premio Cámara de Comercio de Medellín con Un beso de Dick, le dijo a un periódico que el premio se lo gastaría en unos tenis, una grabadora y guardaría otra parte para ir mucho a cine.

Son tantas las cosas que se dicen sobre este hombre que alcanzó a vivir treinta y siete años, muriendo joven y haciéndose casi un mito, lo que le pasa a muchos autores de culto como Sylvia Plath o Keats, hechos casi en su totalidad por el decir humano. La obra de Fernando durante mucho tiempo circuló por voces y a través de fotocopias clandestinas, tal vez por ser homosexual o quizá por escribir sin tapujo alguno de hombres que se aman, besan y hacen el amor, historias que parecían no ocurrir en Colombia por esas épocas (y todavía). Molano siempre nos habló del amor: de amores jóvenes, de muchachos con enfermedades y de un hombre que vive de los recuerdos del deseo, de las pasiones bobas y de los papelitos guardados en los bolsillos traseros.



Un beso de Dick es la historia de dos adolescentes que se enamoran, Felipe y Leonardo, sujetos a esa prueba y error de tener dieciséis años y equivocarse en esos asuntos rarísimos de las primeras relaciones. Un amor anacrónico, en esa Bogotá salvaje, fría y asfixiante de finales de los años ochenta, una relación casi que dispuesta a perder contra una sociedad visceral y nada empática, que no entendía mucho de orientaciones sexuales. Es el relato de dos muchachitos que se enamoran en el colegio, con los partidos de fútbol en el descanso y las historias que algunos ocultan entre las duchas; es un libro de unos chicos que intentan descifrar un poema y que tienen miedo de que un día el amor se muera y ellos dejen de florecer.

Fernando Molano hizo que esta novela fuese a su vez muchas otras cosas, porque narra sobre estas personas que conviven con nosotros y llamamos familia, de cómo crecemos y no entendemos porqué nuestros padres se quieren, pero se hacen daño. El libro también es un monólogo sobre la muerte y esa idea loca de los reencuentros con quien ya no está:

Hoy es lunes, Hugo. Y usted se murió hace cuatro años. ¡Cuatro años ya, pelotudo! Yo estoy aquí: tirado junto al lago, mirando el cielo. Esperando que abran el colegio. Mirando el cielo… ¿Y usted dónde anda? Bien arriba, espero. *

Felipe siempre menciona a Hugo, un hombre muy cercano a él que murió y a quien quería mucho. Cuando lo leí pensé que hablaba de esos amigos fugaces y de esas pérdidas repentinas que no transicionan en el corazón de uno; aún pienso igual, solo que entiendo a ese “amigo” de manera distinta y comprendo cómo es eso de extrañar a alguien, esperando su regreso o nuestra partida.

Porque el mundo sigue triste, y la gente se mata, y hay gente que lo odia a uno… O sea, todo sigue igual de mal; pero uno se enamora, y se enamora alguien de uno… y eso es como estar en un lugar como ese; donde a uno lo alumbra el Sol como a esas figuras de las rocas. *

La narrativa del libro parece haber sido sacada del dialogo de un día con pausas comunes, con estas frases tan costumbristas y de nosotros, una carta de bienvenida a quien quiera entrar, porque está escrita desde un sentimiento que no se aprende en las academias robóticas, con estas técnicas y estructuras complejísimas. No, Un beso de Dick está escrita sin ninguna pretensión más que hacer ver que se puede amar con intensidad y sin sentir vergüenza por ello. Es una historia de amor, en un mundo simple, pero con muchachos.

Y sonríe. Y otra vez me echa el brazo. Y la felicidad. Y este dolor. Y todo…*

y ojalá la vida fuese así tan simple y bella como Fernando la escribe en esta novela: con partidos de fútbol escolares, besos hollywoodenses y con una tía hippie y encantadora. Cuando leí este libro, me devolví a mis dieciséis, la edad en que me enamoré por primera vez y descubrí todos los secretos del universo en unas manos velludas; fue también la época cuando me partieron el corazón, porque desde entonces nació un miedo en mí que solo hace crecer a medida que pasan los años y se intensifica en pensar si en algún momento me volveré a sentir como en una noche fría de marzo, de un año bastante extraño (no sé si tanto como este). Probablemente esta reseña esté escrita desde el fanatismo, y lo siento, pero es así: Molano me transportó a un mundo cálido del cual fue difícil despegarme, y es que me transportó a ese sitio, a esa edad en que las cosas no se quedan igual. Volví a sentir todo eso que los cumpleaños se llevan consigo.

Entrevista a Fernando Molano, en un espacio radial de profesor David Jiménez, quien fue docente y amigo suyo.

* Todas las citas pertenecen a Un beso de dick (1992) de Fernando Molano.



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